GRANADA: Imágenes mañaneras

Muy chula la foto de la ardilla. Y pensar que aquí en Irlanda va fatal...

Ayer me quedé a dormir en la Sierra del Chaparral, y como es costumbre en mí me levanté pronto (antes que los niños del campamento); me fui a dar un garbeo por el Monte a ver que descubría en las inmediaciones. En verdad es que todo estaba muy tranquilo y me permitió disfrutar del amanecer. Subiendo por una ramblilla, entre grandes pinos marítimos, accedí a una cuerda donde las dolomías permiten un grandioso horizonte, al fondo la mar cubierta por una espesa bruma y, en llegando a la cuerda, un fuerte poniente ponía música al amanecer, entre riscos y cortados vertiginosos. El sol sale, al este de Almijara y Tejeda, no por Antequera, si no más bien por Lentegí o Motril (si es que ha de ponerse una población de tamaño apreciable), y sus rayos se detienen en el macizo de Navachica, rodeándolo poco a poco, sacándolo de la penumbra matutina y volviéndolo real. ¡Qué maravilla de montañas y que privilegio el poder contemplarlo!

En las cuerdas más cercanas algunas jóvenes montesas me miraban de reojo pero permanecían echadas, tranquilas, y al fondo del valle se escuchó -no más de un par de segundos- un bramido sordo de ciervo, que supongo estará algo alterado según se acercan las fechas de su particular otoño. Posada en una roca distante, a contraluz, descansaba un águila, grande, callada y oscura, probablemente una perdicera local, aunque estaba muy, muy lejos.

Ya se iban despertando algunos madrugadores: el chochín (que aquí canta todavía más diferente que en el interior de la provincia o en Sierra Nevada), los escribanos montesinos, algunos páridos y la curruca rabilarga que vuelve sonoro al tojo con su rasposo reclamo.

Bajando de nuevo fui inspeccionando las cortezas y pude encontrar descansando algunos ejemplares -aún semidormidos- de Hipparchia alcyone, un precioso satírido que merecería una medalla de oro al mimetismo (comparad el reverso alar con la corteza del pino). No hay muchas flores en medio del verano, pero el torvisco si presenta los botones blancos previos a la fructificación, y hay un par de cardos que destacan entre lo pardo: las cabezuelas amarillas de las Carlina corymbosa y el precioso endemismo bético que es el Ptilostemon hispanicus, fuente ambos del exiguo nectar que pueden encontrar nuestros lepidópteros más pequeños: los licénidos, de los cuales me encontre algunos madrugadores, como el ejemplar más común que ahora vuela: Polyommatus icarus, que en su variedad 'celina' presenta bordes más anchos en sus ocelos distales anaranjados.

Y casi llegando a la Granja-Escuela me topé con un gruñido familiar: un par de ardillas jugando a su 'pilla-pilla' favorito. Es sorprendente la agilidad que tienen trepando y destrepando, cabeza abajo, cabeza arriba, lateralmente, a saltos, reptando. ¡Algo increible! Una de ellas se dejó acercar un poco y me permitió tomar la foto más bonita que tengo hsta ahora de estos simpáticos mamíferos forestales, que se han extendido ampliamente en los últimos tiempos por la provincia de Granada, donde podemos verlas en la Alhambra, en la costa o en las sierras más al interior. ¡Los azores se han puesto muy contentos por ello!

Y así se levantó el día. Un magnífico día que le brindo a todo nuestro foro y al naturalista que hay en cada uno de nosotros que nos permite maravillarnos con la naturaleza minuto a minuto, día a día.


Salu2
Yors